domingo, 10 de febrero de 2008

Sobre la violencia interiorizada en las mujeres (enviado por Doulas de Rosario)

Ponencia expuesta en las Jornadas LAS MIL CARAS DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES, organizadas por la Asamblea de Mujeres de Álava, Vitoria, 18 de noviembre 2003.La negación de la mujer empieza a funcionar desde su nacimiento, a partir de la primera relación con la madre, porque la madre no está presente como mujer con su cuerpo de mujer, sino que está allí como mujer del hombre, para el hombre. (...) Del hecho de que la mujer no encuentra en la relación la madre el reconocimiento de su propia sexualidad, del propio cuerpo, procede después toda la historia sucesiva de la relación con el hombre como relación donde la negación de todo lo que tú eres, de tu sexualidad, de tu forma de vida, ya se ha producido. (Lea Melandri)SOBRE LA VIOLENCIA INTERIORIZADA EN LAS MUJERES Casilda Rodrigáñez BustosLa mujer se encuentra desde el principio sin una forma propia de existir,como si el existir de la mujer se hallase ya incluido en una forma de existir(mujer, madre, hija, etc.) que la niegan en cuanto a mujer.Ser madre significa existir y usar el propio cuerpo en función del hombre,y por lo tanto una vez más carecer del sentido y del valor del propio cuerpoy de la propia existenciaa todos los niveles.Esta negación de sí misma es interiorizadaa niveles tan profundosque es como si las mujeres, a lo largo de toda su historia,no hiciesen más que repetir esta experiencia de autodestrucción.Por eso, el discurso sobre la violencia masculina,sobre la vejación, sobre la dominación, sobre los privilegios, etc.seguirá siendo un discurso abstractosi no se tiene en cuenta el aspecto interiorizado de la violencia ,la violencia como negación de la propia existencia.La negación de sí misma empieza a funcionar desde el nacimiento,a partir de la primera relación con la madre,donde la madre no está presentecomo mujer con su cuerpo de mujer,sino que está allícomo mujer del hombre, para el hombre (...)El hecho de que la niña viva la relación con la persona de su sexosólo a través del hombre,con esta especie de filtro que hay entre ella y la madre,es la razón más profunda de la división que encontramos entre una mujer y otra mujer;las mujeres estamos divididas en nuestra historia desde siempre,(...) al no conseguir mirarnos la una a la otra,al no ser capaces de contemplar nuestro cuerposin tener siempre presente la mirada del hombre.(...)Del hecho de que la mujer no encuentra en la relación la madreel reconocimiento de su propia sexualidad,del propio cuerpo,procede después toda la historia sucesiva de la relación con el hombrecomo relación donde la negaciónde todo lo que tú eres,de tu sexualidad,de tu forma de vida,ya se ha producido.Lea Melandri. La infamia originaria (1)(subrayados de ella)Entender la violencia interiozada a lo largo de nuestra socialización patriarcal, significa tomar conciencia de la mujer que quedó perdida en los orígenes y que vive la sombra de nuestra cultura.Es tan importante este tema que, a pesar de mis limitaciones, he aceptado participar en estas jornadas, para al menos dejar planteado este aspecto de la violencia contra las mujeres, sobre el cual, a mi modo de ver, descansa todo lo demás.Estamos solamente empezando a darnos cuenta de las consecuencias de la desaparición del amor materno, del cuerpo a cuerpo con la madre, que reclamaba Luce Irigaray (2), asi como las de la ausencia del orden simbólico de la madre (aunque particularmente, no me gusta el concepto de 'orden' para referirnos al mundo simbólico de la madre) que plantea Luisa Muraro (3). Nuestra socialización es una adaptación a un orden sexual que desvaloriza, desprecia y niega nuestros cuerpos, así como nuestra forma específica de existencia; se trata de una prohibición sistemática de todo un desarrollo libidinal y sexual de la mujer, de toda una vida, que quedaría fuera del radio de acción del falocentrismo, en torno al cual está construído el orden sexual. Es una tarea de enorme envergadura y de enorme urgencia, y por eso voy a tratar de plantear algunos aspectos.El falocentrismo.-Falocentrismo quiere decir que el falo es el centro de la sexualidad; que toda la sexualidad se orienta y gira en torno al falo, el cual es el objeto de todas las pulsiones, de todo el deseo, capaz de atraer y absorber el conjunto de la energía erótica de la mujer. Este mensaje lo vamos interiorizando desde que nacemos, desde el momento en que, como dice Lea Melandri, nuestra madre no está ahí como mujer con su cuerpo de mujer en gestación extrauterina, sino como mujer del hombre para el hombre. Al negarnos su cuerpo, niega todo el caudal de energía erótica y toda la sexualidad no falocéntrica de la mujer. Y aprendemos a percibirnos a través de la mirada del hombre, y a desvalorar nuestro cuerpo. Esto es el núcleo básico, el germen inicial de una socialización que será devastadora de nuestros cuerpos y de nuestra energía sexual; no sólo porque de niñas y de adolescentes nos 'perdemos' toda un desarrollo -no falocéntrico- de nuestra sexualidad, sino también y sobre todo, porque nuestro cuerpo adulto ha somatizado toda esa represión, se ha hecho un cuerpo acorazado y tieso con un útero inmovilizado, sin haber desarrollado nuestro sistema erógeno, y además ha interiorizado la des-valorización y el desprecio del propio cuerpo, orígen de toda la misoginia, el caudal de emoción envenenada que alienta la sociedad patriarcal.Según vamos creciendo, ya con toda la presión social, se va asentando en nuestras mentes una percepción que infravalora y deforma nuestros cuerpos y su potencial erótico, aceptando que es normal que la regla nos duela todos los meses, que estar embarazada es una pesadez y una lata por lo que hay que pasar para tener un@ hij@, y que el parto es un mal trago que sólo gracias a la epidural y a la medicina se palia un poco. Nos han robado nuestra capacidad erótica, quedando además fuera de nuestra conciencia y de nuestra imaginación , lo que de hecho es nuestro cuerpo y su sistema erógeno, con todo su enorme potencial de placer y sexualidad, que quedó atrás en el Paraíso matricéntrico del que fuimos expulsadas, desterrado en el Hades o condenado al Infierno. No es un eufemismo decir que somos seres castrados, especialmente referido a la mujer occidental moderna de la aldea global y formada en los medios audiovisuales, los cuales están terminando con los vestigios de sexualidad y sabiduría popular femenina que se transmitía de madres a hijas.¿Por qué el falocentrismo es tan perturbador de la sexualidad femenina?La sexualidad de la mujer (a diferencia de la del hombre) no es uniforme, no es siempre la misma; a lo largo de su vida, la mujer pasa por diferentes ciclos y estados sexuales, unos de mayor producción libidinal que otros, y sobre todo, de diferente orientación. El equilibrio emocional, tanto psíquico como orgánico, libidinal y hormonal, que sostiene nuestros cuerpos es un proceso ondulante, cíclico. Por eso la luna, que aparece en el cielo cambiando de forma cíclica, ha sido siempre un símbolo de la femeneidad (además del ciclo de 28 días, tiene otros cambios cíclicos, según los meses y las estaciones del año, y hay lunas que están más bajas o son más grandes que otras, por ejemplo la luna llena de agosto es la más grande, etc.). Y sin embargo funcionamos como si nuestra producción sexual y libidinal, fuese algo rectilíneo y siempre la misma. Esto se acompaña semántica y simbólicamente con un concepto de sexualidad en el que sólo entra la sexualidad adulta falocéntrica (así por ejemplo, por 'acto sexual' todo el mundo entiende el coito). (4)Dejando de lado la sexualidad de la niña - la diferenciación de la líbido empieza antes de la pubertad-, no es el mismo estado sexual ni el mismo equilibrio hormonal el que tiene la mujer cuando ovula que cuando menstrúa. También es diferente el estado de la mujer grávida de la que no lo está, ni el de la mujer en el parto o después del parto, o durante la gestación extrauterina, o a lo largo de una lactancia prolongada, o cuando vivimos la pasión amorosa con un hombre. Hemos perdido, a lo largo de la socialización patriarcal, la percepción del estado cambiante de nuestro cuerpo, de cómo lo sentimos, de nuestros diferentes flujos y de sus olores (¡ay las malditas colonias!), pues el olor era un elemento básico de la sexualidad y de la atracción mutua. Si nos fijamos, es muy simple; por ejemplo, el olor de la mujer lactante atrae al bebé, y el de la mujer menstruante al varón... ¿Cómo se produjo la alineación sexual? Hace 4 ó 5 mil años, el Poder de un colectivo de hombres creó una sociedad basada en el sometimiento de la mujer. Este sometimiento incluía de una manera muy especial, su sometimiento sexual; es decir, se creó una sociedad basada en la violación sistemática de los deseos de la mujer. Independientemente de que esa violación en la práctica fuese más o menos forzada o violenta, según los momentos, poco a poco se consigue que el deseo de la mujer deje de ser relevante, hasta que se anula, desaparece y se limita a la complacencia falocrática. Las mujeres perdieron sus costumbres, sus reuniones, sus bailes voluptuosos; perdieron la libertad de su cuerpo y la conciencia del mismo, sus baños sensuales compartidos entre hermanas, madres, tías, abuelas...., el cuerpo a cuerpo con sus criaturas... perdieron la maternidad nacida del deseo e impulsada por el placer. San Agustín lo dijo en una frase Dadme otras madres y os daré otro mundo; lo sabían y no pararon hasta que lo consiguieron. El deseo sexual en la mujer pasó a ser considerado lascivo y deshonesto. Como dice la Biblia, las buenas esposas eran esclavas del señor, debían hablar lo menos posible y sentir vergüenza hasta de su marido; como madres patriarcales tenían la misión de introyectar el pudor y el recato en las hijas, convirtiéndose en la garantía de la paralización de todo atisbo de producción deseante, del deseo sexual de las futuras generaciones de mujeres. Se cortó de raíz el valor del cuerpo femenino y el desarrollo natural de la sexualidad de la mujer.Por ello la mujer empezó a taparse con velos y a andar tiesa como un palo. La mujer cambió la forma de sentarse: dejó de sentarse en cuclillas (como podemos todavía ver en documentales de culturas aborígenes), o en asientos bajos con las piernas abiertas (las rodillas dobladas casi a la altura del pecho, y el sacro a la altura de los tobillos), recubiertas por sus amplias faldas, tal y como vemos en los mercadillos de ciertas partes de la India, o en las tiendas de las tuaregs africanas. Al igual que la higiene deriva en la asepsia para eliminar el olor de nuestros flujos, las costumbres sobre las posturas forman parte de la educación en el orden sexual, puesto que hay que paralizar todo lo que se pueda los músculos pélvicos y los uterinos, para que nuestro vientre no se estremezca ni palpite.Quizá hoy nos cueste entender lo de los velos que tapan la cara. Podemos preguntarnos, ¿qué necesidad hay? La respuesta la encontré en un hamman de la medina de Fez. Por casualidad del destino, en un viaje turístico por Marruecos nos quedamos sin hotel (que estaba en la parte colonial de la ciudad, donde están los hoteles), y fuimos a parar a una pensión dentro de la medina, que no tenía ducha; el dueño nos dijo que no hacía falta ducha porque teníamos el hamman justo enfrente de la pensión; y así fue como una tarde, una amiga y yo nos encontramos en un hamman de mujeres no precisamente para turistas. Así pues entramos, primero a un recibidor donde un hombre detrás de la mesa nos cobró los céntimos que costaba la entrada, y nos indicó la puerta de acceso. Abrimos la puerta y allí nos quedamos, mi amiga y yo, petrificadas. Era una estancia cuadrada, llena de vapor de agua; en el suelo -de cemento con tragaderas de agua- estaban sentadas, en varios corros, mujeres de todas las edades; estaban desnudas y se echaban agua unas a otras, se frotaban, se daban henna, se ofrecían gajos de naranja que allí mismo pelaban... el agua la cogían con cuencos de unos cubos negros de polietileno. Ancianas, mujeres maduras, mujeres jóvenes, algunas con bebés, y niñas, charlaban, sonreían y reían. Creo que lo que nos conmocionó fueron sus risas y su modo de hablar que mostraban una euforia espontánea, la vitalidad de sus rostros, algo distinto a lo que estamos acostumbradas. No entendíamos nada, pero en sus gestos y en su modo de hablar había una complicidad voluptuosa y una intimidad que nos hizo sentirnos intrusas, como si estuviésemos violando la intimidad de alguien.Una mujer de mediana edad, con el pelo teñido, al darse cuenta de nuestra perplejidad, se levantó y se acercó a nosotras; apenas sabía algunas palabras en francés, pero nos cogió de la mano y nos llevó a unas taquillas que estaban en una plataforma más elevada a la que se accedía por unas escaleritas. Nos indicó que nos desnudásemos y que dejásemos allí la ropa; y con las toallas y el neceser con los geles, nos indicó que la siguiéramos. Atravesamos la estancia y pasamos a otra y luego a otra. En las otras estancias, había igualmente mujeres lavándose y charlando, cada estancia con más densidad de vapor; pues en la última estancia había un pilón rectangular al que caía un gran chorro de agua hirviendo, que producía el vapor; había también otro pilón de agua fría y un montón de cubos negros de polietileno. Nuestra mujer cogió dos cubos y los llenó de agua caliente, añadiendo fría hasta conseguir la temperatura adecuada y nos empezó a echar agua por encima con toda delicadeza; nos indicó que nos echáramos jabón si queríamos, y así fue como aquella desconocida nos ayudó a bañarnos. No sólo no nos miraron como intrusas ni nos hicieron el vacío, sino que fuimos invitadas a compartir el baño.Aquello fue como un auténtico strip tease. Fuera, las mujeres todas tapadas, inaccesibles, porque si te acercabas a una a preguntarle algo, el hombre que iba a su lado se interponía. Y sin embargo, todas las tardes de 3 a 8, allí se reunían y se expandían (luego también pude observar que se reúnen en los terrados de las casas, que se comunican entre sí, de manera que sin tener que salir a la calle pueden ir de una casa a otra). No he visto nunca en nuestra democrática sociedad de mujeres 'liberadas' una reunión semejante de semejantes mujeres, porque sobre todo, nunca he vuelto a ver este tipo de mujeres... no sé, tan distintas, tan vivas. Entendí entonces por qué el mundo musulmán es un modelo de sociedad patriarcal que mantiene más represión exterior para las mujeres; sencillamente porque están muy lejos de tener la auto-represión necesaria, de haber interiorizado como nosotras la represión de nuestros cuerpos y de nuestros deseos. No tienen nuestras corazas y tienen una percepción de sus cuerpos que creo que desconocemos en nuestra sociedad. Si tuviese que escoger una sola palabra para describir a aquellas mujeres, creo que elegiría 'sensualidad'; sensualidad compartida entre mujeres, confianza, complicidad... ¿nos suena de algo? Esa sensualidad era visible en el brillo de sus ojos, en la sonrisa, en las arrugas de sus caras, en la suavidad y al mismo tiempo firmeza de los gestos de sus manos... ¡claro que tienen que llevar velos y cubrirse la cara! para que no se vea lo que no debe de verse: lo que en nuestra sociedad se borra con el acorazamiento muscular que se produce a lo largo de nuestra educación. Vamos, pues, viendo la importancia de la violencia interiorizada, de la auto-represión de nuestros cuerpos. Pensemos un sólo instante en la imagen de mujer que nos venden en la televisión y en todos los medios audiovisuales; el paradigma de mujer atractiva, que uniformiza la diversidad y que aplasta todo atractivo que no sea lo que están definiendo, que en realidad se vuelve contra todas las mujeres. Quizá conviene saber que la mujer para producir estrógenos, una de nuestras hormonas sexuales, necesitamos que un 20 % del peso total de nuestro cuerpo sea tejido adiposo (esto lo dicen los libros de texto de antropología física). No hay más que ir al Corte Inglés y comparar los maniquíes con las mujeres de carne y hueso que abarrotan los departamentos: no se parecen en nada, no hay mujeres con esas caderas estrechas y casi sin pecho. En lo que más nos parecemos a los maniquíes es en la expresión de los ojos, casi tan faltos de vida como la de los cuerpos inertes de cartón piedra. Interiorizar que nuestros cuerpos sólo valen para gustar a los hombres es una violencia que destruye el enorme potencial que tenemos, es una auténtica castración y negación de nuestras vidas. Y todo porque, como veremos más adelante, carecemos desde el nacimiento de la madre, del cuerpo de mujer que es el entorno adecuado para responder a toda la producción amorosa propia de nuestra condición humana; no hay reciprocidad ni humanidad donde pueda fluir y expandirse toda esa producción; entonces con tanto anhelo de amor que no cesa de frustrarse, con tanta ansiedad por amar y ser amadas, concentramos todas nuestras fuerzas en hacer lo que sea para adaptarnos a la norma que establece lo que hay que ser, y lo que hay que dejar de ser, para tener esa aceptación y ese amor que nos es imprescindible para vivir. Sin embargo, todo está tan ritualizado y normalizado, que sólo se perciben los procesos más visibles de esta autodestrucción, como la anorexia y la bulimia, pero que son sólo una de las puntas del gran iceberg que es preciso determinar y conocer.Según algunos textos de la Antigüedad, la virginidad no era sinónimo de castidad o de asepsia libidinal, como lo es ahora. A menudo las vírgenes fueron representadas con la imagen de la sirena, una mujer la mitad para abajo con forma de pez, que no podía tener relaciones coitales con varones, pero que nadaban voluptuosamente como los delfines, bailaban la danza del vientre en el agua; las mujeres vírgenes no habían tenido todavía relaciones con hombres, pero habían desplegado su sexualidad desde la etapa primal, habitando y compartiendo el cuerpo de sus madres y de otras mujeres, sus juegos y sus danzas.Una vez, después de contar mi experiencia en el hamman de Fez, me preguntaron si creía que aquellas mujeres eran lesbianas o tenían relaciones lésbicas. Me lo quedé pensando, porque antes no me lo había planteado en esos términos. Y me dí cuenta que la pregunta no tenía sentido; mejor dicho, que lo que no tenía sentido era aplicar nuestra codificación sobre sexualidad a aquel mundo. Aquí la conducta sexual está tan normativizada, que se tiene que normativizar y fijar hasta lo que no pueden evitar que se salga de la norma, precisamente para delilmitar y reforzar más la norma. Lo más importante de la prohibición y del tabú del sexo en general, y del femenino en particular, es cortar la espontaneidad, el fluir espontáneo. De manera que para cualquier tipo de relación, por ejemplo, homosexual, tengamos que dar el paso de asumirnos como gays o lesbianas, lo cual es todo un proceso a nivel psíquico y social, que de entrada frena las prácticas homosexuales; así, cada práctica sexual, en lugar de fluir espontáneamente con el deseo, tiene que pasar por toda esa barrera de la definición, ante la cual lo que suele suceder es que se inhibe inconscientemente, lográndose el objetivo de que el deseo no esté permanentemente recorriendo el campo social (en palabras de Deleuze y Guattari). Lo que creo de las mujeres del hamman de Fez es que, simplemente, había en ellas vestigios de una vitalidad femenina desaparecida en el mundo occidental.Cuando la civilización occidental empezó a reconocer 'científicamente' la sexualidad, la mujer lleva milenios arrastrando un cuerpo al que se le cortan las raíces desde el comienzo de su crecimiento, lo mismo que a un bonsai. El sexo femenino, constata entonces empíricamente Freud, no existe. En el panorma del orden sexual vigente, sólo hay un sexo, el masculino. La mujer es un varón sin sexo, castrado.Sin embargo, el mismo Freud reconoció que había algo que se le escapaba... aquello del continente negro inexplorado... Incluso llegó a precisar algo de 'lo que se le escapaba':El conocimiento de una época pre-edípica en la mujer ha provocado en nosotros una sorpresa similar a la que, en otro campo, suscitó el descubrimiento de la civilización minoico-micénica anterior a la civilización griega. Todo, en el ámbito de la primera vinculación con la madre, me parece difícil de captar analíticamente, oscuro, remoto, sombrío, difícil de devolver a la vida, como si hubiera caído bajo una represión particularmente inexorable. (5)También nuestro punto de partida fue el desconcierto producido por la experiencia de nuestras maternidades, toda una cadena de sensaciones y de emociones que no cuadraban con la noción en vigor de la misma. Poco a poco, una serie de datos que teníamos en la mente, empezaron a establecer contacto entre sí, como las piezas de un puzzle que sueltas no significan nada, pero que al encajar unas en otras ofrecen una imagen nítida... Pero no es un puzzle cualquiera, se trata de juntar las piezas de nuestro cuerpo, de recomponerlo...Una de las primeras 'pistas' que nos ayudaron a empezar a pensar y a modificar la conciencia de nuestro cuerpo, fué el enterarnos de que (6) 'histeria' venía de hysteron (en griego, 'útero'); y que en la Grecia antigua, la mujer frígida era la que tenía el hysteron paralizado en la parte superior de la cavidad pélvica. Para curar la frigidez (la 'histeria') hacían inhalar a las mujeres ciertas sustancias o drogas (7).Platón, Hipócrates, etc. dejaron escrito (8), con intención más o menos peyorativa, que había algo que se movía dentro del vientre de la mujer, como un animal errante, para acabar definiéndo al útero como un animal que habitaba dentro de otro animal. Animal que después, como veremos a continuación, fue convirtiéndose en bestia y en monstruo (9).En cambio, en las culturas prepatriarcales neolíticas de la Vieja Europa (10), el útero se representaba como un pez (y las sirenas cuya voluptuosidad era la gran tentación de los héroes, eran mitad mujer y mitad -la mitad inferior- pez). Otras veces también se represenaba el útero con una rana, al igual que en algunas culturas pre-colombinas, donde la rana simbolizaba el útero femenino, porque el palpitar del útero femenino era similar al palpitar del cuerpo de la rana (11). La serpiente es otra clave simbólica, porque fue el símbolo más representado de la voluptuosidad femenina, que luego fue convertido en todo tipo de monstruos demoníacos y dragones, que representaban la satanización de la sexualidad femenina, la lascivia, el 'mal femenil' bíblico por el que entra el mal en el mundo.Siguiendo con las 'pistas' que nos llevan a tomar conciencia del útero, nos encontramos con que Masters y Johnsons (12) aseguran que en todo orgasmo femenino se producen 'contracciones' uterinas; y aquí lo importante es que dicen 'en todos' y no sólo en algunos; sin duda esto tenía que ver con aquello de que para los griegos antiguos la mujer frígida era la que tenía su útero inmovilizado...Por fín cayó en nuestras manos el libro de Juan Merelo-Barberá, Pariras con placer (13) en la que claramente dice que el útero es nuestro principal órgano erógeno, que la mujer está desvitalizada, socializada en una ruptura psicosomática 'útero-conciencia', y que por eso parimos con dolor.No es casualidad que la maldición divina de parir con dolor está asociada a la dominación del hombre sobre la mujer, porque en esa dominación está incluída la desaparición de toda expresión de sexualidad femenina que no sea la de la complacencia al falo... Y por eso la información de Bartolomé de las Casas (14) y otras que nos han llegado de mujeres que parían sin dolor, es otra pieza del puzzle que encaja, pues ¿cómo no causar perplejidad, conociendo nuestro parto actual tan doloroso, el que aquellas mujeres parieran sin dolor? ¿cómo es posible parir sin dolor?Frederick Leboyer (15) nos habla de nacimientos sin violencia, de bebés que nacen sonriendo, de mujeres que abren su útero con tiernos latidos (en lugar con contracciones espasmódicas), tierna y placenteramente, avanzando hacia el extásis.Las mujeres de la India (16) visualizan los pétalos de la flor de loto abriéndose para abrir el canal del nacimiento, un abrir suave, sin violencia alguna; claro que no se les ocurre ponerse a parir en decúbito supino, en medio de focos, entregadas a las órdenes de las autoridades médicas. Porque el parto, como todo acto sexual, requiere intimidad para que el cuerpo pueda abandonarse a la emoción y a la relajación. El desconocimiento de nuestro cuerpo y la pérdida de la confianza en él, junto con el miedo inculcado, nos hace hacer todo lo contrario de lo que el parto requiere; contraídas, llenas de miedo, entregamos nuestra confianza a las autoridades de la Medicina, que -cesáreas aparte- no pueden saber ni hacer lo que sólo el cuerpo sabe cómo y cuándo hacer. El decúbito supino es una posición contraria al parto; el canal de nacimiento se estrecha y se alarga, además la posición horizontal va en contra de la fuerza de gravedad, y sobre todo, la mujer no puede hacer fuerza con los músculos pélvicos; en cuclillas, el canal de nacimiento se acorta y la salida va a favor de la fuerza de la gravedad, y podemos hacer toda la fuerza que podamos con nuestros músculos pélvicos. Parir en decúbito supino supone alargar el parto, poner dificultades al avance del bebé, facilitar el atasco y la falta de oxígeno; es tan absurdo como defecar en esa posición. Sólo tiene una lógica: la manipulación médica y agravar el sufrimiento de la madre y del bebé. Obligar a la mujer a parir en esa posición es una violencia gratuita e innecesaria; es la imagen de la sumisión y de la negación de nuestros cuerpos.Por eso es tan importane la labor de asociaciones de mujeres y profesionales como la de Nacer en Casa, que trabajan por sacar el parto de los hospitales y de devolvérselo a la mujer.Las mujeres de ciertas regiones de Arabia Saudita, conocedoras de la sexualidad del parto, forman corro alrededor de la parturienta bailando la danza del vientre, hipnotizándola con sus movimientos rítmicos ondulantes para que también ella se mueva a favor del cuerpo en lugar de moverse contra él (17).Juan Merelo-Barberá en el libro antes citado recoge un estudio realizado sobre partos orgásmicos, asegurando que son mucho más frecuentes de lo que nos imaginamos. Aunque la cultura patriarcal lo niegue, la maternidad forma parte de nuestra sexualidad.Como lo prueba otro importante indicador, la oxitocina (18), la hormana que segregamos en todo proceso de excitación sexual, por eso llamada hormona 'del amor'; pues bien la oxitocina es lo que emplea la Medicina para forzar los partos, es el oxitócico que nos ponen en el 'gotero' para acelerar o desencadenar las famosas contracciones y dilatar el cuello del útero. No han encontrado otra cosa, porque el parto natural es un acto sexual durante el cual la madre y el bebé segregan esa hormona para producir el movimiento del útero que conduce al nacimiento. También se ha demostrado que la eficacia de la oxitocina depende de su pulsatilidad (19), de su secreción rítmica, porque cuando se segrega naturalmente durante el proceso emocional, se segrega rítmicamente, en oleadas, como el placer. ¡Vaya diferencia! Un útero que en lugar de contraerse espásticamente, produciendo el terrible dolor del calambre, palpita como un corazón, y cuyo latido es una ola de placer que le hace moverse suavemente como una ameba, estirándose y descendiendo, aflojando y distendiendo los músculos del cervix, hasta la famosa apertura de los 10 cm..Por cierto, que en la Antiguedad, en las orgías Eleusíacas (20) ingerían oxitocina por medio del hongo llamado 'cornezuelo' del centeno: ahí está la diferencia, antes las mujeres lo utilizaban como afrodisíaco, y ahora nos lo inyectan en vena produciéndonos dolorosos calambres en el útero.El útero no es otra cosa que una bolsa hecha de tejido muscular, de fibra lisa y de fibra estríada, conectada al sistema nervioso voluntario e involuntario (21), perfectamente diseñado para su función, pues el tejido muscular tiene la cualidad de ser dúctil, flexible, capaz de la relajación y de la distensión, y al mismo tiempo de la mayor dureza... en definitiva, fuerte para proteger y sostener un peso de 10 Kgs. contra la fuerza de la gravedad, ideal para gestar un embrión en el interior de la madre, protegiéndole así contra la depredación exterior (pensemos en la vulnerabilidad de los huevos de las aves), nutriéndole con la propia nutrición materna, etc. ¡y qué magnífico invento, el del dispositivo de salida!, ese haz de fibras musculares que es el cervix, que cierra firmemente y se distiende cuando se relaja, suavemente, sin producir ningún sufrimiento al bebé, con las olas del placer que produce el latido del útero.Pero un músculo que se inmoviliza pierde su flexibilidad. Cuando nos escayolan una pierna y nos la inmovilizan tan solo un mes, luego tenemos que hacer ejercicios de rehabilitación para recuperar su función... imaginemos lo que sería que nos atasen un brazo de niñas, que creciéramos sin saber que tenemos un brazo y para qué sirve, y que luego de mayores nos lo soltasen y nos dieran una azada y nos pusieran a cavar... Cuesta mucho recuperar la función de un músculo que ha estado inmovilizado, y si se le fuerza, duele; y como duele, nos contraemos y procuramos no moverlo; y por eso hay que usar goteros y dilatar el útero con calambres. Leboyer afirma que el dolor de las contracciones del parto, que se supone normales, son 'calambres', que se producen cuando los músculos se agarrotan, se vuelven como garras que no sueltan a su presa y no se distienden, y asegura que las famosas contracciones de dilatación que se califican de 'adecuadas', son "altamente patológicas"; "¡vaya revolución en ciernes!" exclama a modo de conclusión.Ahí tenemos por qué la paralización de la sexualidad femenina está asociada al parto con dolor: porque la paralización de la sexualidad femenina paraliza el útero, el corazón de nuestro sistema erógeno, que empieza a palpitar cuando se inicia cualquier proceso de excitación sexual.Tan sólo teniendo en cuenta las reglas y los partos dolorosos, ¡cuánto sufrimiento ha producido y produce la violencia interiorizada, la negación de nuestra sexualidad!La psicoanalista y sexóloga francesa Maryse de Choisy (22), después de diez años de trabajo con cuestionario, ofrece una perspectiva sobre el orgasmo femenino que rompe la tradicional dicotomía 'orgasmo vaginal-orgasmo clitoridiano'. El orgasmo más global e importante de la mujer, afirma, no es ni vaginal ni clitoridiano; apretando los muslos o los glúteos firmemente (las mujeres) alcanzan un tipo de orgasmo que arranca en el centro de su cavidad pélvica, en algun punto muy profundo de su interior, y se expande por todo el cuerpo... pues el verdadero orgasmo femenino es cérvico-uterino, o tiene su origen en él... Por eso las sirenas, las mujeres-pez, eran el símbolo de la voluptuosidad no falocéntrica de la mujer; una sirena no puede tener relaciones coitales.Maryse de Choisy asegura que los grandes padres de la ciencia de la sexología, que han 'sentado cátedra' sobre la sexualidad, lo han hecho basándose en un tipo de conocimientos muy determinado: la sexualidad reducida y residual de una mujer del siglo XIX, con cientos de años de desvitalización y de civilización basada en la represión del deseo de la mujer y de sumisión falocéntrica, forzada y/o sublimada; y por otra parte, se basaron en las mujeres que acudían a sus consultas, que no eran precisamente mujeres del pueblo llano, sino de la burguesía más cultivada (o sea más civilizada). Además como bien explica De Choisy, las mujeres que todavía conservan algo de su sensibilidad 'uterina' o 'cérvico uterina' no se preocupan por la sexualidad ni acuden a las consultas de los sexólog@s; es algo así como que nadie se preocupa de su hígado mientras le funciona bien, y sólo empieza a preocuparse cuando le deja de funcionar bien. A los sexólog@s y psicoanlistas que se ocupan de nuestras emociones profundas les pasa lo que a los médicos obstretas. Michel Odent (23) afirma que los obstretas no saben lo que es un parto porque sólo conocen el parto hospitalario. ¿Qué sucede, entonces? Pues imaginemos lo que sería ir a un médico que desconoce el funcionamiento normal del hígado a que te lo arregle... Se institucionalizaría una patología hepática mantenida y reproducida por el Poder médico, lo mismo que sucede con toda la ciencia médica ginecológica, que han institucionalizado toda una serie de patologías femeninas, incluida la menstrución, la gestación, el parto etc. La ciencia con frecuencia toma por originario lo que es el resultado de un largo proceso de devastación. Los controles pre-natales producen más daño que beneficios (24), pero es en lo que concierne al parto donde la violencia contra la mujer se ensaña. Ya he mencionado antes la catástrofe del decúbito supino. Marsden Wagner, ex-director de salud matenro-infantil de la OMS, califica la episotomías de auténticas mutilaciones genitales, dando la cifra de su práctica en España en un 89 % de los partos (en otros países está en el 20%). Asegura que la misma Medicina ha demostrado que las episotomías causan dolor, aumentan el sangrado y causa disfunciones sexuales en la mujer a largo plazo. También da la cifra de 36000 cesáreas innecesarias cada año en España. Asegura que el 40% de las mujeres en España no paren a sus hijos puesto que estos les son extraídos por medios e instrumentos quirúrgicos. Es absurdo que tantas mujeres sean incapaces de parir. (25) Esto ha sido denunciado por mujeres que sienten que les ha sido robado el parto, y recientemente han constituído una asociación 'El parto es nuestro' para luchar contra este aspecto de la violencia contra las mujeres. La destrucción de nuestra sexualidad afecta a toda la maternidad, no sólo al parto. Puesto que destruye también todo el placer de la gestación, de la exterogestación y de la lactancia. No voy a alargarme más sobre esto, pues es preciso abordar el aspecto de cómo se produce inconscientemente la castración de nuestros cuerpos; es decir de cómo actúa el orden símbolico sobre nuestro inconsciente. Sólo decir que inmediatamente después del parto la mujer tiene las descargas de oxitocina más importantes de toda su vida sexual (18), además de otros sustancias opiáceas, como las endorfinas, para producir la interdependencia libidinal y el acoplamiento de la gestación extrauterina, el único periodo realmente simbiótico de nuestra vida. La atracción libidinal, como dice Michael Balint (26) entre madre y bebé produce y mantiene el estado de simbiosis, un nuevo estado sexual de la mujer, tan placentero y gratificante para la mujer como para el bebé. Dice Balint que se trata de la carga (o catexia) libidinal mayor de toda la vida humana, porque debe mantener la atracción mutua de la simbiosis, confirmando lo que ya dice el indicador hormonal. Y aunque ahora podamos sobrevivir con leche y calor artificial, el contacto físico que corresponde a la producción libidinal sigue siendo necesario; no sólo psíquicamente, sino también para la formación de las sinapsis neuronales, el sistema inmunologico, etc. porque se ha demostrado que de la emoción dependen la producción de ciertas encimas y otros moduladores químicos. (27) Lo peor no es que el pezón que chupamos sea de plástico, sino el cuerpo que falta detrás del chupete o del biberón.Este acoplamiento madre-bebé que se produce inmediatamente después el alumbramiento recibe el nombre de 'imprinting' o impronta (18). El cambio de estado de la madre es una característica de todos los mamíferos, para dar calor, alimento y protección a su prole; la más fiera de las felinas cazadoras, cambia de conducta y se queda en el cúbil haciéndose amoroso regazo para sus cachorr@s. La madre humana cambia también de estado y toda su vitalidad se vuelve pasión por la pequeña criatura. La impronta postparto crea el enamoramiento, el vínculo para que el cuidado de la criatura quede garantizado durante toda la extero-gestación, aproximadamente un año. Hay que tener en cuenta que la humanidad es anterior a la cultura patriarcal y a la Medicina y que la autorregulación sexual tiene previsto todo el proceso desde la gestación hasta el destete. Para dar una idea del encadenamiento del proceso autorregulador y de cómo se le puede perturbar, un pequeño ejemplo: un reciente estudio ha detectado que la oxitocina de la leche materna a las 48 horas de una cesárea es menos pulsátil que la de una madre que ha tenido un parto vaginal. (19) . Sin embargo, la cultura patriarcal corta el proceso autorregulador por norma. Se sabe que son los minutos y las horas inmediatamente después del parto cuando se producen en la mujer las grandes descargas hormonales y de sustancias opiáceas para producir la impronta. Si después de nacer se aparta al bebé de la madre, hoy con la excusa de lavar al bebé y de someterle a exámenes clínicos (Odent (18) relata los ritos y los engaños de otros tiempos, como que el calostro es malo y no debe ser ingerido, la impureza, etc.), el momento de la impronta se pasa; la madre se traga todas esas descargas y retoma el bebé por la vía del amor que sale del corazón y no del vientre. Luego vienen las depresiones post-parto y las dificultades en la lactancia, porque se ha interferido el delicado proceso autorregulador hormonal. Esto no son teorías, sino que está hartamente probado por la mismas ciencias de la fisiología humana. Los veterinarios saben que si se aparta nada más nacer a un cachorro de la camada de una perra o de otro mamífero y luego se le devuelve a la madre, es muy probable que ésta le rechace.Perturbar la impronta es una negación de la sexualidad femenina, uno de los estados de mayor placer de nuestras vidas; y también la de la misma criatura, que quedará dañada de por vida. Nuestros primeros padres aplicaron a la sociedad humana lo que habían aprendido en la ganadería. Aprendieron lo que hay que hacer con un toro (castrarlo) para que se convierta en un buey y se pueda utilizar su fuerza sumisa para arar los campos o tirar de la carreta. Aprendieron a desvitalizarlo lo suficiente, manteniéndolo vivo, para utilizar su vitalidad; es decir, aprendieron la técnica del sometimiento y de la explotación. Aprendieron que si se desposee a la mujer de su sexualidad, y se hace funcionar su aparato reproductor sin el impulso del deseo, se puede organizar una crianza represiva que nos producirá esa desvitalización necesaria para la domesticación. De este modo se consigue que la madre desprovista de la pasión del amor materno visceral, reprima e inculque a su prole la resignación y la sumisión emocional para producir esclavos y esclavas resignad@s; y el acorazamiento para hacer guerreros crueles y nuevas madres de nuevos guerreros y esclav@s. La maternidad patriarcalizada se institucionaliza para el mantenimiento de este orden social. Como decía Amparo Moreno (28): Sin una madre patriarcal que inculque a las criaturas 'lo que no debe ser' desde su más tierna infancia, que bloquee su capacidad erótico-vital y la canalice hacia 'lo que debe ser', no podría operar la Ley del Padre que simboliza y desarrolla de una forma ya más minuciosa 'lo que debe ser' (...)No en vano el tabú del incesto, que bloquea la aspiración a la confusión con la 'carne de mi carne', es el gran cancerbero del sistema jerárquico que sirve para transmutar las relaciones de tú a tú, en relaciones reglamentadas de acuerdo con el sistema jerárquico-expansivo patriarcal.Según Michel Odent (18) durante la lactancia, la líbido de la madre se orienta hacia el bebé, locual le lleva a este científico a cuestionar la pareja monogámica (lo cierto es que incluso en la sociedad actual, muchas mujeres que amamantan a sus criaturas pierden el deseo hacia sus compañeros). En nuestro mundo, la perdida del conocimiento y de la experiencia de la sexualidad es ya tan importante en la mujer moderna, que casi resulta extravagante hablar del deseo y del placer de amamantar: Ahora es frecuente que la maternidad se viva como una carga y un trabajo, que muchas mujeres rechazan hasta el punto de preferir volver al trabajo y pagar a alguien para que le críe a su bebe con la técnica, los pezones de plástico y la leche artificial. En cambio, algunas biografías de nuestra historia, anteriores a la intervención de la Medicina en la maternidad, han recogido los testimonios de mujeres que suplicaban a sus señores que las dejase amamantar a sus bebés, y del agradecimiento que mostraban cuando les era concedida esa gracia. Cada vez la represión exterior cede más terreno a la interior, a la autoinhibición y a la sumisión inconsciente.La entrada de la mujer en los espacios públicos y su salida al mercado de trabajo se está haciendo a costa de negar nuestros cuerpos y nuestra sexualidad. Los colectivos de ayuda mutua entre madres y de apoyo a la lactancia materna, saben lo que es el problema de la incompatilibidad del trabajo con la lactancia en nuestra sociedad. Sin embargo, como explica la norteamericana Jean Liedloff (29), durante milenios las mujeres han trabajado con sus hij@s colgados en sus cuerpos, práctica que hoy también hemos perdido. Porque lo que es incompatible con la lactancia no es el trabajo sino el trabajo asalariado con su disciplina rígida. Una encuesta entre científicas norteamericanas recogía el siguiente dato: estas mujeres habían hecho o terminado su tesis doctoral y su trabajo específico como científicas durante el año de excedencia que habían pedido por su maternidad... habían hecho su trabajo en casa, con el bebé, en cambio ese trabajo creativo y no alienante no lo habían podido hacer mientras 'trabajaban' en sus puestos oficiales de trabajo, a los que no podían acudir con el bebé. No hay puestos de trabajo para mujeres lactantes, y esto es una negación del cuerpo de la mujer y de su derecho a su vida sexual. Paralelamente, la presión social y médica que recibe una mujer para que destete prematuramente a su bebé es inimaginable. Todo esto es posible porque es más fácil cuestionar la maternidad y cuestionar lo que nos pide el cuerpo (porque ya están cuestionados; y eso si es que lo llegamos a percibir), que cuestionar las condiciones del trabajo asalariado capitalista (que no sólo ya no está cuestionado sino que ha conseguido que un puesto de su trabajo sea todo un logro social). Sin embargo, la robotización de la maternidad (la robotización de nuestros cuerpos) y su negación es una auténtica violencia contra nuestros cuerpos que provoca el desquiciamiento de todas las relaciones sociales, incluída la relación con el sexo masculino y con la infancia. Es extremamente importante reivindicar la maternidad como una etapa de nuestra vida sexual, no sólo por nosotras, sino porque la líbido materna tiene una función social para vertebrar una sociedad basada en la realización del bienestar. Sin madre no puede haber hermandad; el fratricidio es la consecuencia inmediata del matricidio, de la falta de madre. (30)Cómo actúa el orden simbólico en el inconsciente femenino.-Según Balint (26) la ruptura de la simbiosis madre-criatura produce una herida psíquica muy importante; es como una mutilación anímica no visible a simple vista, pero que aparece muy claramente cuando se analiza la psique de los seres humanos de nuestra sociedad. Balint, disicípulo un tanto rebelde de Freud, le dió un nombre a esta herida psíquica, la llamó 'Falta Básica'; porque está en el estrato más básico de nuestro inconsciente, y porque así se referían a ella sus pacientes cuando explicaban lo que sentían: algo fundamental que les faltó y que les quitaron. Según palabras de Balint, esta herida afecta a todo nuestro ser psicosomático, se mantiene altamente activa a lo largo de toda nuestras vidas, y secreta una gran ansiedad, porque la ruptura de la simbiosis se vive como un cuestionamiento de nuestra existencia.Así pues, el deseo simbiótico del cuerpo materno que se frustra, queda ahí con toda su intensidad latente. Sobre esta herida y sobre lo que mana de la herida, es donde actúa lo simbólico, una no inocente interpretación de la ansiedad, para formar una estructura psíquica, femenina o masculina, acorde con el orden patriarcal. Esta formación psíquica adaptada al orden patriarcal ha sido llamada 'edipización' por Deleuze y Guattari (31)La edipización es el estado psíquico que configura el ego. La interpretación o codificación que se da a todo el cúmulo de deseo reprimido en la etapa primal y a lo largo de la infancia, es que se trata de algo a resarcir y a saciar cuando se llegue al estado adulto, y que todo lo reprimido y lo que anhelamos será saciado en la fusión con otr@ adult@ del otro sexo. La falta del cuerpo a cuerpo con la madre, no se dice ni se sabe, pero su anhelo se proyecta a lo que vemos, desde nuestra soledad en la cuna: papá y mamá juntos en la misma cama. Esta imagen se presenta como el fin de la ansiedad y la realización del deseo, que entonces se percibe y se codifica como falocéntrico: como mamá con papá. Así es como nuestra socialización y la formación de la 'identidad' quedan marcadas por esta búsqueda de auto afirmación de nuestra existencia cuestionada, y consiste en encontrar al hombre de tu vida, al príncipe azul, a la media naranja, puesto que no sabemos qué pasó, ni nos podemos imaginar que nuestra madre hubiera tenido que ser otra cosa, otro cuerpo, otro deseo.El mito de la media naranja se alimenta, pues, de la ansiedad que produce el cuestionamiento de la existencia, la falta básica; se encarna en nuestra psique para ir canalizando toda la ansiedad que no cesa de manar para hacerla llegar a la conciencia como un anhelo de fundirnos con la otra media naranja, cuando nos hagamos adult@s. Pensamos que todo el deseo, toda el ansia de amar será absorbida por la otra media naranja.Ahora bien, la codificación del anhelo no es el mismo para las niñas que para los niños.Para la niña, la saciedad o la calma de la herida está en el valor simbólico de la figura masculina puestoque aprendió de su madre que la salvación está en el padre y que toda su energía erótica debe ser absorbida por esa figura; es el universo simbólico en el que creció. El cuerpo materno negado se generaliza en la desvalorización del cuerpo femenino; en lo más íntimo, en lo más hondo. De este modo, el bloqueo de la energía erótica primaria se convierte en una des-apreciación, en un desprecio de la figura femenina, y en la búsqueda de la salvación en el cuerpo masculino Este es el comienzo de la misogina, del desprecio y la desvalorización de lo que vale, de lo que sirve, de lo que tiene realmente valor para la vida del cuerpo de la mujer; y correlativamente la sobre-valoración del cuerpo masculino, del falo.La mujer no tiene nada, el hombre tiene lo que vale; él es el que puede salvar a la mujer.La sublimación de la energía erótica frustrada en la niña es el Principe azul, es decir, el falo; ser poseída y protegida y cuidada por un hombre; la sublimación paralela en el niño es su propio falo, él sí tiene lo que vale. Esto se ve en la adolescencia: ellas se preocupan por gustar a los chicos, en cambio ellos deben gustar al grupete de amigos, su autoafirmación les viene del colectivo masculino. El ideal de hombre, la realización de su ser pre-potente es poseer mujeres, sentirse y demostrar lo que vale; el ideal de mujer es ser poseída por un hombre, sentirse y demostrar lo que vale por lo que vale como objeto de posesión del hombre; su valor es un valor transferido; la mujer vale lo que los hombres (padre, marido, hijo) fijan que vale.Esto es el orden simbólico que se proyecta en el inconsciente de lo que vale el cuerpo del hombre y de loque vale el cuerpo de mujer; y esta desnaturalización de lo que vale cada cual va a estar funcionando toda la vida porque así interpretamos la ansiedad que mana de lo más hondo de nuestra psique; realizarse como hombre o como mujer significa desplegar la pre-potencia y la im-potencia respectivamente, fijadas por la sociedad. Todo esto es lo que se fija en nuestra psique, y se fija con toda la fuerza de la ansiedad latente, porque el cuestionamiento de la existencia sigue manando de la herida. Es decir, realizamos los géneros para afirmar nuestra existencia cuestionada; y entonces se afirma la existencia humana negando el cuerpo femenino.Los géneros se fijan en la psique edípica, en el ego femenino y en el ego masculino, pero sus raíces están en lo más hondo del inconsciente, en la criatura a-edípica, deseante, confiada, inocente, que fué herida en el comienzo por la falta de madre.La figura masculina queda grabada en la mujer edipizada como un polo de atracción que distorsiona el curso de su energía libidinal; esto sucede cada vez que una mujer después de parir mete al bebé en la cuna para volver al lecho conyugal. Esto tiene consecuencias muy importantes, porque incluso la bioquímica del proceso del parto no puede funcionar con una psique femenina edipizada. La imagen de la naranja, de las dos mitades unidas, es una imagen falaz, que da una conciencia falaz de nuestros deseos. Porque la simbiosis es sólo un estado de la etapa primal, que es cuando se necesita la fusión permanente para sobrevivir (para comer, para movernos, para tener calor). El estado de simbiosis no es propio de la adultez (podemos comer, andar etc. de forma autónoma), no necesitamos estar las 24 horas del día acoplados, sino de fundirnos en momentos concretos. Por eso nunca estamos del todo satisfechas, incluso a l@s que les haya ido mejor en este mundo. Porque ninguna pareja podrá devolvernos el estado simbiótico. Pero lo importante es que el mito siga manipulando la ansiedad de la líbido reprimida, siga estando ahí haciendo los roles, dando cuerda a los géneros, a lo que se supone que es un hombre y a lo que se supone que es una mujer. Y siempre la sensación de que no acabamos de ser queridas todo lo que desearíamos, o de la forma que desearíamos.La imagen de la fusión de las dos medias naranjas no es inocente, porque además de proyectar una simbiosis que no corresponde entre adult@s, sirve al falocentrismo y oculta la diversidad de la sexualidad femenina, dando la idea de dos mitades que se complementan recíprocamente; lo cual deja la sexualidad no falocéntrica de la mujer en el limbo de la inexistencia; no existe elmundo conceptual y simbólico de la madre, de la verdadera mujer.Como dice Melandri (1), la contradicción hombre-mujer de nuestra actual sociedad es una contradicción material, porque la sexualidad femenina, no es como se pretende homóloga ni complementaria de la masculina. La asimetría de las funciones de cada sexo se borra en el mito de la media naranja.Y con la pretensión de armonía complementaria el mito oculta también que el falocentrismo es una imposición que no puede sino alimentar la relación de Poder y sumisión entre los dos sexos. Un sexo que se afirma negando el otro.El nombre del 'padre' y la patria potestad.-Lo dicho sobre la imagen de la media naranja no lo explica todo. Los publicistas saben que para afianzar un producto en los hábitos cotidianos de consumo, además de la persistencia de las campañas publicitarias hace falta algo material que lo respalde. El falocentrismo debe entenderse como parte del Poder adscrito al sexo masculino.Decíamos al principio que está sociedad comenzó con el sometimiento sexual de la mujer. Para lograrlo el colectivo hegemónico de varones inventó un sistema concreto: otorgar a cada uno de ellos una cuota de la potestad de la patria, lo que todavía, y no por casualidad, en nuestro código civil se llama patria potestas. Cada hombre tenía, por ser hombre, la potestad sobre la vida y la muerte de su mujer, de la descendencia de su mujer y de sus servidores. Esta pre-potencia adscrita al valor del sexo masculino se interioriza, de tal manera, que la autoafirmación de la existencia y la realización del ego masculino, llevan esa impronta. Por eso, en los casos de extrema frustración sale en los hombre la extrema violencia contra las mujeres, porque en su brotes de desesperación, cuando se destapa la ansiedad de la herida y sienten su existencia cuestionada, se autoafirman mostrando su derecho sobre su posesión ('porque eres mía', 'porque es sólo mía y puedo hacer lo que quiera'). Por eso la compleja mezcla de amor y violencia. Los hombres en su crispación no matan al jefe que les humilla o les despide, en cambio matan por celos (que en general no estan ni siquiera justificados), porque cuando sienten que la mujer no es lo suficientemente sumisa lo que sienten es el cuestionamiento de la autoafirmación de su existencia, de su ego, que se manifiesta como una unidad de Poder.La pre-potencia masculina no es una simple idea que está ahí; es un Poder material que ha estado presidiendo la masculinidad, el concepto de hombre, la construcción de los géneros. No es una ley escrita sobre el papel sino grabada en el inconsciente colectivo, pertenece a un sistema de identidad con milenios de rodaje, elaboración y asentamiento. Por eso no desaparece con los cambios de legislación al respecto; y hombres que parecen pacíficos y honestos, de pronto pegan, violan o asesinan a sus mujeres; les sale de lo más hondo y de la autoafirmación de su ego masculino.El nombre del 'padre' está cargado con esta pre-potencia que está unida al falocentrismo; por eso la violencia masculina es tan frecuentemente una violencia sexual. Al concepto de padre no se le puede cambiar el contenido y reducirlo a una función de amor, cuidado y protección como se pretende; no es neutro ni reciclable. Es un concepto con toda su fuerza simbólica patriarcal vigente (como se demuestra todos los días), y además es el eje estructurador de nuestra psique. El mito de la media naranja lleva dentro de facto una relación de sumisión al Poder del padre.Es muy importante que los hombres que desean una nueva condición masculina no patriarcal, tengan presente que se trata de acabar con este sistema de identidad, portador de los géneros, de la injusticia y de la violencia; y por ello deben renunciar a este título. Y las mujeres tenemos que dejar de mirarnos a través del filtro de la mirada del hombre (Melandri), y empezar a mirarnos directamente a nosotras mismas, y también a mirar a los hombres de otra manera. Mientras que no renunciemos al concepto de padre-marido, estaremos reproduciendo nuestra propia auto-destrucción.La relación directa e inmediata entre la violencia adulta y la represión en la etapa primal y en la infancia está probada, entre otras, en la obra de Alice Miller (32). Un estudio realizado por J.W. Prescott (33) muestra también la correlación entre la privación de placer corporal en la infancia y en la sexualidad de la mujer, y la violencia. Si no recuperamos a la mujer prohibida, su sexualidad, y la maternidad como parte de esa sexualidad, no sé cuánto más podrá aguantar la humanidad. -------------Bibliografia(1) Melandri, Lea: La infamia originaria Ed.Ricou, Barcelona 1980(2) Irigaray, Luce: El cuerpo a cuerpo con la madre la Sal ed. de les dones Barcelona 1985(3) Muraro, Luisa: El orden simbólico de la madre (horas y Horas, Madrid 1994)(4) Ana Cachafeiro y yo hemos abordado la sexualidad femenina en nuestros libros La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente (MadreTierra 1996), El asalto al Hades (Traficantes de Sueños 2001), en el artículo 'Matricidio y estado terapéutico' del n° 25 de la revista Archipiélago, en el monográfico de la revista Ekintza Zuzena 'La sexualidad de la Mujer', y en la ponencia 'Tender la urdimbre' en el I Congreso Internacional sobre parto y nacimiento en casa, Jerez octubre 2000.(5) Freud, Sigmond (1931) Sobre la sexualidad femenina Tomo III Obras Completas Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 1968(6) Ver la voz 'útero' en : Sau, Victoria Diccionario Ideológico Femenista Ed. Icaria, Barcelona 1989(7) Sagan, D. Por qué las mujeres no son hombres, El País 02.08.1998(8) Citados en: Anderson, B.S. y Zinsser,J.P. Historia de las Mujeres: una historia propia. Crítica, Barcelona 1991.(10) Ver, por ejemplo la obra de Marija Gimbutas Diosas y dioses de la Vieja Europa, Madrid, Istmo 1991, y El lenguaje de la diosa Oviedo, Dove 1996. Las claves de la simbología neolítca se abordan en nuestro libro El Asalto al Hades.(11) Ver Museo del Oro en Santa Fé de Bogotá(12) Masters,W. y Johnsons,V. Human Sexual Response.Intermédica, México 1978.(13) Merelo-Barberá, J. Parirás con placer. Kairós, Barcelona, 1980.(14) De las Casas, Bartolomé. Historia de las Indias. Fondo de Cultura Económica, México, 1986 (1ª publicación 1552)(15) Leboyer, F. El parto: crónica de un viaje. Alta Fulla, Barcelona 1998(16) V.V.A.A. Mamatoto: la celebración del nacimiento. Plural ediciones, Barcelona 1992.(17) Ibidem(18) Odent, M. El bebé es un mamifero Ed. Mandala, Madrid 1990(19) Odent, M. La cientificación del amor Ediciones Creavida, Argentina 1999(20) Sendón de León, Victoria Más allá de Itaca Icaria Barcelona 1988, y también: Hoffman, A. LSD, cómo descubrí el ácido y qué pasó después en el mundo Gedisa Barcelona 1991.(21) Unos versos mesopotámicos del III milenio a.c. dicen: Ninhursaga, única y grandiosa/contrae la matriz/Nintur que es una gran madre/desencadena el parto (recogido por Jacobsen, Thorkild. The Treasures of Darkness Yale Un. Press, 1976 Pg 108.) dando a entender que aquella mujer con un gran desarrollo de su sexualidad podía voluntariamente poner en marcha el movimiento de la matriz, para desencadenar el parto. Efectivamente en el movimiento de la diástole del latido de la matriz, se puede empujar amplificando dicho latido. Es lógico dado que el tejido muscular del útero se compone de los dos tipos de fibras, la lisa y la estriada, con conexiones con el sistema nervioso voluntario e involuntario.(22) De Choisy, Maryse: La guerre des sexes Ed. Publications Premiéres 1970(23) Odent, M. El granjero y el obstetra Ed. Creavida, Buenos Aires 2002(24) Odent, M. Ver por ejemplo Primal health Research Centre, 'The rise of preconceptional counselling vs the decline of medicalized care in pregnacy' Vol.10 n°3 Winter 2002. Se puede consultar en www.birthworks.org/primal health. También www.michelodent.com.(25) Ver Wagner, M. ponencia I Congreso Internacional sobre parto y nacimiento en casa Jerez 2000. Sobre el tema de la violencia en el parto tenemos el clásico de Leboyer Por un nacimiento sin violencia. (26) Balint, M. La Falta Básica Paidós, Barcelona 1993 (1ª publicación: Londres y Nueva York 1979)(27) Por ejemplo, en un artículo del New York Times, de Sandra Blakesler, reproducido en El País, 15.11.95, se recogen las conclusiones de diversos estudios realizados en centros de EEUU sobre la conformación del sistema neurológico de los bebés: después de reconocer que "el ADN humano no contiene suficiente información para especificar la estructura final de las conexiones cerebrales", y de confirmar que "las dendritas o ramificaciones de las neuronas y las conexiones se multiplican desde el momento de nacer hasta los dos años", explica el hallazgo de numerosos 'moduladores ocultos' en la relación madre-bebé, que regulan la producción de sustancias químicas que a su vez regulan el crecimiento del cerebro, la formación de sinapsis neuronales, la formación del sistema inmune, hormonal, etc. En definitiva, que las emociones en la etapa primal de nuestra vida, y en concreto el contacto físico madre-bebé, moldean el cerebro, el carácter y la capacidad del habla.(28) Carta de Amparo Moreno a la Asociación Antipatriarcal, Boletín nº 4, Madrid, diciembre 1989.(29) Liedloff, Jean: El continuum concept Arkana-Penguin Group, USA 1986 (30) Aunque desborda el contexto de esta ponencia, es importante tener presente la organización social matrifocal pre-patriarcal, vertebrada desde lo maternal. Este tema está recogido en el capítulo II de El Asalto al Hades (ver nota 4). Las fuentes de información nos vienen desde distintos campos del conocimiento: de la antropología, ver Martha Moia, El no de las niñas laSal ed. de les dones, Barcelona 1981; de la literatura antigua, J.J. Bachofen Mitología arcaica y derecho materno ed. Anthropos, Barcelona (con la salvedad de la incorrecta traducción del 'muterlich' (maternal) y el 'mutertum' (lo materno) que casi por norma han sido traducidas por 'matriarcal'; de la arqueología, por ejemplo la obra de Marija Gimbutas (ver nota 10).(31) Deleuze, G. y Guattari, F. El anti-edipo, capitalismo y esquizofrenia Paidós, Barcelona, 1985.(32) Plantear el tema de la violencia adulta contra la infancia desborda también los límites de esta ponencia, pues sería necesario abordar globalmente la reproducción psíquica generacional del sistema de identidad. Esta violencia también está adscrita a la autoafirmación de la propia existencia negada y a la patria potestas; nos permite entender cómo la madre patriarcalizada (edipizada) la ejerce y/o consiente que el padre la ejerza sobre sus hij@s; y, por tanto, entender el peligro actual de la mujer que se deja atraer por las incentivaciones de este orden social. La mayor parte de la obra de Alice Miller está editada en castellano por Tusquets: Por tu propio bien (1985), El saber proscrito (1990), La llave perdida (1991), etc.(33) Prescott, J.W. 'Body pleasure and the origins of violence' Bulletin of the Atomic Scientists, noviembre 1975 Chicago.

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